APOTEGMA DEL DESIERTO
APOTEGMA DEL DESIERTO
Los apotegmas se entienden como dichos breves, sentenciosos e instructivos, atribuidos generalmente a algún personaje de los siglos IV y V, retirados a los desiertos de Egipto, después del triunfo del Cristianismo en el Imperio Romano.
La Tebaida fue el nombre que le dieron a esos sitios desiertos en los que muchos (miles) se retiraron para vivir en pequeños monasterios, bajo la guía de San Pacomio y San Abba Antonio, para perfeccionarse de todas sus cargas consideradas mundanas. Iban tras el ideal de salvar su alma, a base de una oración continua que los mantenía alejados de la especulación. Como ya no podían aspirar al martirio, buscaban la salvación por medio de la vía ascética.
El calor, el frío y el hambre eran medios de santificación, y su celda era el paraíso.
Las anécdotas o apotegmas de los padres del desierto son numerosas y se contienen en los libros de Sentencias.
Una de las más curiosas y edificantes, es aquélla que considera al hombre con defectos como "cuadrado". Esta visión del hombre "cuadrado", se conserva hasta nuestros días, (aunque algunos lo entiendan como necedad) y describe así a la persona que tiene muchos ángulos, que hieren a sus hermanos los hombres; y una de las causas para retirarse al desierto era "limar" a base de la oración, todas estas agudas aristas para en el futuro convertirse en una esfera y no lastimar a los demás, con su lengua y sus actitudes.
Esta búsqueda de perfección se cimentó en el misticismo de Occidente y el desierto se convirtió en un desierto místico, entre los cultivadores del espíritu. Encontramos este concepto sobre todo en el Carmelo reformado por Santa Teresa de Jesús, denominado "Carmelo descalzo" (del espíritu).
No hay duda que, ese espíritu de la Tebaida, nos vendría muy bien en nuestra época, para "limar" tantos defectos como el egoísmo, la envidia y la avaricia.