¿BUSCAS UN "PEDACITO DE CIELO"?

¿BUSCAS UN "PEDACITO DE CIELO"?

Qué tristeza sentimos hace unos días, al escuchar a una Madre religiosa del Convento de Ronda, en España, solicitando se incorporasen a su Casa, algunas Hermanas religiosas, ya consagradas, para poder evitar el cierre de su inmueble.

La Madre tuvo que recurrir a filmar un minivídeo, seguramente para intentar llegar de manera más rápida a la mayor gente posible, a través de las redes sociales. Ella explicaba que tan sólo en tres años, varias hermanas habían dejado el Carmelo, por lo que las cinco restantes y que aún viven en el Convento, no les resulta suficiente para garantizar seguir ahí, pues el Vaticano les había advertido que si eran menos de seis integrantes, debían cerrar su Casa y unirse a otra comunidad. Por cierto, la Madre pedía se incorporasen Hermanas ya Monjas, y no postulantes, debido a la urgencia de "apuntalar" su Convento.

¡Qué lastimosa situación actual de los Conventos católicos!... Cuando de hace unas décadas hacia atrás en el tiempo, fueron las Congregaciones religiosas, flores blancas, preciosas, que perfumaron con sus virtudes a la Cristiandad, al mundo en general, y particularmente a nuestra amada religión Católica.

Por siglos, la vida religiosa había sido muy apreciada y promovida por la Iglesia, no sólo porque se nutre vitalmente de ella a través de la oración, la virtud y la penitencia que las Religiosas practican. Esto en conformidad con el dogma de la Comunión de los Santos, que permite a todos los fieles, tanto de la Iglesia Triunfante, Purgante y Militante, comunicarse mutuamente las Gracias recibidas por Dios.

También aprecia mucho la Iglesia, la vida religiosa femenina porque sabe el inmenso valor de cada alma que, de manera libre y voluntaria, decide consagrar amorosamente toda su vida, a Quien todo le debe, a Dios. Y que también, amorosamente, renuncia a todo lo que ama, a su familia, a sus seres queridos, a sus amigos, a sus anhelos legítimos de la maternidad, de hacer su propia familia, a una profesión, bienes, sanos placeres, en fin, a gozar de una sana independencia y libertad.

La vocación religiosa, sencillamente, es sublime porque nada se compara con el amor de un alma hacia su Creador y Redentor; al enamoramiento de un alma con el Amor Divino. ¿Podría existir amor más limpio, más grande y hermoso que éste?...

Puede ser que estos pensamientos e ideales, hoy, por desgracia, no lo entiendan la mayoría de los jóvenes, porque les resulten ajenos desde que nacieron. Pero estamos seguros que, en medio de tanto fango materialista, hedonista y ateo, aún hay almas exquisitas a las que Dios llama a una vida de mayor perfección, que promete goces más profundos y duraderos.

La vida religiosa, entre sus penurias y crucecitas diarias, producto de la práctica de la pobreza, castidad y obediencia, gozan de los más deleitables placeres espirituales, como son el silencio, la paz interior, el coloquio íntimo con Dios, la oración por la conversión de los pecadores (nosotros, todos), la alabanza a la más pura de las mujeres, la Santísima Virgen María y la adoración al Todopoderoso y más bondadoso de todos los seres… Pero sobre todo, gozan de las mieles de lo más hermoso que pueda existir sobre la tierra: el Amor divino.

Quizá tú seas de esas almas escogidas que, aunque humildes por nuestra condición de pecadores, Dios, que se vale de "piedrecitas", ya te haya llamado y te esté esperando en el Carmelo o en alguna otra Congregación religiosa.

Recuerda, un Convento, es "un pedacito de Cielo" aquí en la tierra.