EL JUEVES DE LA ASCENSIÓN

EL JUEVES DE LA ASCENSIÓN

Fiesta de la Iglesia

Esta fiesta que la Iglesia celebra es muy importante en el Año Litúrgico porque recuerda el día en que Nuestro Señor Jesucristo dejaba la tierra que, misericordiosísimamente, pisó por 33 años, para finalmente subir al Cielo.

Décadas antes, nuestros padres y abuelos se preparaban con Rogativas (oraciones y ruegos a Dios) y gran alegría pues, al recordar la Ascensión de Nuestro Señor, compartían con Él su felicidad y victoria completa: de vencer a la muerte con su gloriosa Resurrección hasta volver triunfante a su reino celestial.

Cristo ascendió al Cielo por su propia virtud, como Hombre verdadero, y en amorosísimo abrazo, le entregó a su Padre celestial, y con total satisfacción, la corona de espinas y los clavos de la Cruz, y le mostró como precio de la Redención, sus gloriosas llagas.

Enseñanzas del Maestro a sus Apóstoles

Momentos previos a la Ascensión, San Lucas nos refiere escuetamente que, estando los Apóstoles reunidos, Nuestro Señor Jesucristo les contestó que el tiempo para restablecer el reino de Israel, sólo correspondía al Padre fijarlo, y más bien parece ubicarlos en algo más importante y apremiante, como era la próxima venida del Espíritu Santo. Por ello les previene: "…recibiréis, sí, potestad cuando venga sobre vosotros el Espíritu Santo", y les profetiza: "y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, hasta los extremos de la Tierra" (Hech. 1, 8).

Sin embargo, lo que podríamos llamar las últimas enseñanzas que el Maestro dejó a sus discípulos, se las dijo durante los 40 días después de su Resurrección. Fue entonces, recordemos, cuando Cristo confirió a sus Apóstoles, tres grandes poderes: a) a Pedro, el poder de gobernar su Iglesia, b) a todos, el poder de perdonar los pecados y c) de poder enseñar, bautizar y hacer cumplir lo que Él les había mandado.

Enseñanzas para mí

     El hecho de que Nuestro Señor Jesucristo haya vuelto al Padre, nos hace pensar en que:

  • la patria definitiva no está aquí, en nuestro terruño, sino en el Cielo que Él nos ganó con su dolorosísima Pasión y Muerte. Si del Padre salimos, a Él volveremos.
  • Las penas y dolores que sufrimos en la tierra se desvanecerán un día y se convertirán en las piedras preciosas con que compraremos el Cielo, ya abierto por la Preciosísima Sangre de Cristo.
  • Que Nuestro Señor siempre estará siempre presente en lo más profundo de nuestro corazón, aunque desde el año 33 esté a la diestra del Padre, porque cuando lo recibimos en estado de Gracia, en la Comunión Sacramental, Él está en nosotros y nosotros en Él, íntimamente.
  • Que la Fe, la Esperanza y la Caridad, se ensanchen y gocen de júbilo porque la Tercera Persona de la Santísimas Trinidad, pronto vendrá a iluminar nuestro pobre entendimiento, a fortalecer nuestra débil voluntad y a consolarnos con el Divino Amor.

¡Feliz Día de la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo!