HACER EL BIEN, TRASCIENDE
HACER EL BIEN, TRASCIENDE
¡No! ... Queridos lectores, esta reflexión no lleva altos vuelos, no analizaremos el mal, ni teológica, ni filosóficamente, ni nos enredaremos como los sofistas, en retóricas engañosas. Por cierto, con el fin de ser prácticos los sofistas dejaron de ser sabios.
¡No! ... hablaremos del mal a nivel de los de a pie; es decir, lo que nos dicte el sentido común con nuestras luces naturales sin dejar de lado las costumbres de las influencias del presente.
Hay que reconocer que el concepto del bien y del mal, está fundamentado en la Doctrina Católica. Dos mil años de Cristianismo forjan en Occidente una visión y una forma de vida, que si lo piensas... no podría ser mejor de otra manera.
Pensar en este mundo, teniendo como meta el otro: el espiritual. Durante siglos, evidentemente se impregnó en el ADN de las sociedades occidentales; Europa y su cultura influyeron en el desarrollo del ser americano la distancia y la resistencia, tuvieron que ver en la tardía adopción modernista de los errores condenados.
Para esta reflexión vamos a hacer las referencias necesarias del pasado, pero enfocándonos en el presente.
¿Qué era ser bueno y que era ser malo hace muchos años?
Hace 60 años nuestra sociedad mexicana estaba dolida por lo que había pasado hace 90 años; la tolerancia política después del experimento socialista que sufrimos en la época post revolucionaria dejó una sociedad ofendida y aferrada a sus principios y valores. Esta actitud social fue el resultado de haber declarado el gobierno, la Guerra a los Católicos entonces. En ese tiempo, "los buenos" eran los que defendían la tradición, es decir, los que vivían de acuerdo con la doctrina del Evangelio ... y los malos, los ateos que combatían esta línea del pensamiento. Estas posturas eran opuestas: sólo había buenos (los católicos) y malos (los ateos, los sin Dios).
La paz surgida por iniciativa del gobierno de los Estados Unidos sólo fue un engaño para en silencio, ir eliminando las "cabezas" de la rebelión con el pasar del tiempo; fue una guerra silenciosa la que se llevó a cabo después de la Guerra Cristera. El gobierno entendió que no podía acallar con las armas la fe, los valores y virtudes del pueblo mexicano. Esto trajo consigo un rediseño en la Educación Pública y utilizaron el arma del conocimiento para vencer los principios y valores cristianos.
El fenómeno del mal, o sea, la deliberada acción de hacer daño, tanto a la Religión como a la propiedad, tiene su origen en el demonio. Recordemos que antes de su caída era un ser extraordinario, inteligente y bello y, vino a acabar en el infierno por su orgullo y su soberbia ... ¡Atención! ... éste es el origen del mal; el orgullo y la soberbia ... el incontrolable amor a sí mismo y el desprecio a los demás.
En estos dos pecados capitales es donde se anida el mal. Por el contrario, el bien es la inspiración y el resultado de la práctica de las virtudes. En nuestro caso, el mexicano posee las virtudes y los valores del Cristianismo. Aun así, buscando más en lo profundo, también es un asunto de herencia espiritual, porque hay cristianos no practicantes que pueden ser buenos y hacer por el prójimo más de lo que imaginamos; por el contrario, hay "buenos", que por desgracia hacen el mal.
Es probable que a ambos, les sobra amor por sí mismo ... Y llegamos a la conclusión de que el orgullo y la soberbia, están presentes muy adentro. ¡He aquí el misterio!, Es cuestión de haber aprendido el Catecismo, pero también es un problema de educación familiar, personalidad y libertad. Estas almas descarriadas ¿qué hicieron para llegar a ese estado? ... ¿A qué se debe esta rebelión contra sí mismo?.
Las buenas y las malas obras ... trascienden; la maldad tiene consecuencias individuales y sociales (sobre la familia y la sociedad), al igual que el bien tiene consecuencias, en este caso de bendiciones a las futuras generaciones.
Dios es Misericordioso para con el pecador arrepentido ... por supuesto que Dios perdonará a él y a su descendencia. He aquí un aliciente más para ser bueno ... para garantizar la misericordia de tus descendientes. ¿Quién no quiere hijos, nietos y hasta choznos bienaventurados?