¿HAY UNA INTELIGENCIA EMOCIONAL?

30.01.2025

En sentido estricto no hay una inteligencia emocional. Hay una inteligencia -de naturaleza racional- capaz de conocer las emociones y sentimientos y, con la participación de la voluntad, pueden intervenirlas u orientarla en su educación o administración.

El alma humana posee tres facultades esenciales: Memoria, Inteligencia y Voluntad.

La inteligencia, como su etimología lo dice intus-legere significa "leer dentro" conocer la esencia de las cosas. Conocer la esencia nos lleva al conocimiento de lo universal. Según la fórmula de Santo Tomás, la inteligencia tiene por objeto lo universal, mientras que el sentido no alcanza sino lo particular[1]

La voluntad es una tendencia despertada por el conocimiento intelectual de un bien, o lo que es lo mismo, hacia un bien concebido por la inteligencia[2]. La voluntad implica no sólo el conocer, sino el movimiento o la acción para conseguir aquello que se considera un bien.

La participación de la memoria es fundamental en toda la vida del nombre, dando soporte tanto a la inteligencia como a la voluntad. Implica las funciones de reconocer, recordar y evocar, necesarias para el trabajo de la inteligencia y voluntad.

La psicología clásica, aristotélica-tomista, categoriza los problemas psicológicos en tres grandes rubros: la vida intelectiva, la afectiva y la volitiva. Los sentimientos y emociones se ubican dentro de la segunda categoría, la vida afectiva. Algunos autores incluyen otra categoría más: la orgánica[3].

En el ser humano las tras facultades interactúan de manera integral. La separación de las facultades tiene por objeto facilitar su comprensión y análisis; pero no afecta ni su naturaleza ni su finalidad. Es decir, la inteligencia y su producto, el pensamiento, tienen una naturaleza espiritual; las emociones, están vinculadas más bien a procesos psicofisiológicos, orgánicos.

Los estados afectivos son diferentes de los intelectuales, pues incluyen una tendencia y volición influenciada por fenómenos de agrado, desagrado, temor, cólera, odio, amor, etc. Se presentan como fenómenos somático-conscientes, evidentemente más subjetivos e interiorizados, desde luego, influidos por la inteligencia, pero también por la experiencia previa y el contexto concreto en que se presentan.

Por emociones entendemos la reacción afectiva brusca y violenta, caracterizada por la derivación instantánea de la tendencia hacia una conmoción orgánica; los sentimientos son los estados afectivos intelectualizados, es decir, ligados a ideas o juicios[4]. Ambos son estados afectivos, pero en el caso de las emociones el contenido está más ligado a los fenómenos fisiológicos, siempre acompañado por reacciones orgánicas, mientras que los sentimientos están más ligados a lo psicológico, a las ideas, aunque suelen asociarse a reacciones fisiológicas, pero de menor intensidad.

Es decir, el estudio de la inteligencia comprende básicamente las operaciones mentales: idea, juicio y raciocinio. El problema de las emociones corresponde al área afectiva. Si hablamos específicamente de emociones, se encuentran ligadas más bien a procesos fisiológicos que a psicológicos.

Visto desde otra perspectiva, la inteligencia se ocupa de lo universal; la vida afectiva está más ligada a lo sensitivo, a lo particular.

¿Dónde surge en problema?

Con la llegada de la psicología científica, a raíz de los primeros laboratorios de psicología experimental en Alemania e Italia a fines del S. XIX, la inteligencia fue desprovista de su enfoque metafísico para ser investigada en términos más operativos, más concretos y medibles.

Por una parte, se desarrolló la técnica para medir la inteligencia, especialmente en los estudios de Binet y Simon (1905)[5]. A fin de cuantificarla, la redujeron a una serie de reactivos que, aunque consideraban la capacidad de abstracción, finalmente se resumían en una serie de problemas que las personas debían de resolver, descubriendo la estructura de algunas figuras y prediciendo la forma que se seguiría, mediante un razonamiento secuencial. Pero, en resumidas cuentas, "la inteligencia" se trataba de problemas.

Con la llegada de funcionalismo, especialmente la línea norteamericana, y particularmente con el conductismo, el concepto de inteligencia dio un giro completo. Ahora era interpretada como la capacidad de adaptación o la capacidad para resolver problemas.

Bajo esta perspectiva, la inteligencia se concreta en una tarea meramente funcional, ligada a la supervivencia. Entonces ya se pudo hablar incluso, de la inteligencia de los animales.

Una vez definida la inteligencia como la capacidad para resolver problemas, su generalización en la psicología llevó a desarrollar diferentes teorías sobre la inteligencia.

E. L. Thorndike (1920), asociacionista (antecedente del conductismo) ya hablaba de inteligencia social, entendiendo por ello la capacidad para relacionarse y para comprender y motivar a las personas[6]

H. Gardner (1983) formula la Teoría de las Inteligencias Múltiples, que en la que consideraba que la habilidad para resolver problemas no radicaba solo en una capacidad general, sino en capacidades específicas; por ello consideraba seis tipos de inteligencia específicas: lingüística, musical, lógico-matemática, espacial, cinestésico-corporal, e inteligencias personales[7]. Esta teoría sirvió para acentuar el hecho de que las personas tienen talentos diferentes.

Más adelante, en 1995, David Goleman[8] desarrollo la Teoría de la Inteligencia Emocional, que se orienta al conocimiento y manejo de las emociones (y sentimientos). Dado que, en la acepción funcionalista, también las emociones contribuyen a la solución de problemas, entonces parecería apropiado hablar de inteligencia. Incluye también una serie de categorías en las que se desglosa esta capacidad: Autoconciencia emocional, Autorregulación emocional, Motivación intrínseca, Empatía y Habilidades sociales. Esta teoría ha servido como base para introducir el manejo emocional en la solución de problemas.

Conclusión:

Hay un cambio en el concepto de inteligencia, privándolo de su naturaleza metafísica o espiritual para sustituirla por una concepción funcionalista, entendida ahora como la capacidad para solucionar problemas.

El fin de la inteligencia es conocer lo universal, de las sensaciones es obtener un conocimiento particular. Las emociones a esta segunda categoría. Desde luego, la inteligencia es capaz de conocer las emociones, y con el concurso de la voluntad, dominarlas o dirigirlas.

En el concepto "emocional" la Teoría de la Inteligencia Emocional incluye más bien los sentimientos que las emociones, puesto que las reacciones emocionales son más de naturaleza fisiológica, alguna de ellas incontrolables.

En realidad, la Teoría de la Inteligencia Emocional de Daniel Goleman es más bien una propuesta de Educación Afectiva, o Socioemocional (de la emociones y sentimientos), antes que una explicación de una forma de inteligencia. Desde luego, la educación afectiva se enfoca desde una perspectiva pragmática.

En síntesis: ¿Hay una Inteligencia emocional? NO. Tememos una inteligencia y una voluntad que, unidas en un acto humano, libre, pueden conocer y controlar sus sentimientos y emociones. Pero lo sensitivo es distinto de lo intelectivo.


[1] Gardeil, H. D. 1974. Iniciación a la Filosofía de Santo Tomás de Aquino. Tomo 3: Psicología. México. Tradición. 79.

[2] Verneax, R. 1979. Filosofía del hombre. Barcelona. Herder. 151.

[3] Irala, N. 1978. Eficiencia sin fatiga en el trabajo mental. México. Mensajero. 12.

[4] Robles, O. 1959. Introducción a la psicología científica. México. Porrúa. 171.

[5] Universidad Autónoma de Madrid. La inteligencia humana en la Psicología actual. Precursores en el estudio de la inteligencia humana. Biblioteca de Psicología. https://www.uam.es/uam/media/doc/1606889609107/inteligencia-expo-1precursores.pdf

[6] Wikipedia. Inteligencia emocional. https://es.wikipedia.org/wiki/Inteligencia_emocional

[7] Gardner, H. 2009. Estructuras de la mente. La Teoría de la Inteligencias Múltiples. México. Fondo de Cultura Económica

[8] Goleman, D. 2018. La inteligencia emocional. Barcelona. Kairós