EL BUEN ANFITRIÓN NAVIDEÑO
Quizá estés pasando por malos momentos, de esos que tan insípidos, que ni las penas te duelen ni las alegrías te contentan. Seguramente las mil preocupaciones de la vida, lo abrumador del trabajo, las penurias económicas, las discrepancias familiares, los desamores, etc., ¡qué sé yo!, nos han hecho tan desabrida la vida, que la Fe, la Esperanza, la Caridad de antaño parecen haberse esfumado, y ni la alegría de los niños por la Navidad, nos entusiasma.
Quizá nos hayamos alejado de Dios, ya no vayamos a Misa, ya no rezamos el Santo Rosario, ni siquiera las más breves oraciones... Decimos que no tenemos tiempo para ello pero quizá lo que verdaderamente no tenemos es la suficiente Fe en Dios y Confianza en su infinita Bondad, a pesar de las difíciles pruebas por las que estamos pasando.
¡Ánimo!... Muchos hemos pasado por esas malas rachas, pero recuerda que no es Dios quien se ha alejado de nosotros sino nosotros de Él. Ninguna de las adversidades que nos suceden son "culpa" de Dios; unas son consecuencia de nuestros propios errores (personales o de otros), y otras, efectivamente Dios las permite para procurarnos un mayor bien. Entiendo que hoy veas esos males como "males absolutos", pero no es así...
Aviva tu Fé en el verdadero Dios que es todo Bondad y recuerda que permite ciertos "males" para que, como Él, llevemos la Cruz, que es la única que salva y santifica. Por eso Dios prueba a los buenos y a los justos, para que más fácilmente se salven y se santifiquen; y no sólo a ellos, sino a sus familiares y próximos... Definitivamente, nadie se salva sin la Cruz.
Hoy quiero invitarte a que vuelvas a considerar que esa Cruz, la que de Cristo se recibe, no es negra total, ni insoportable, ni absolutamente áspera, ni ancla eterna. Comprendo que la veamos así pero, la Cruz de Cristo realmente, aunque parezca sombría, es luminosa, porque Cristo es la Luz verdadera; a veces es algo incómoda y punzante, pero llevadera; sus astillas, a veces reverdecen y florecen y perfuman; es muy pesada, pero Él nos da fuerza para cargarla.
No permitas que tu Fe desfallezca al grado de la indiferencia, de la depresión, del ateísmo, o peor aún, de la apostasía. Pídele al Niñito Dios que, con su ayuda, puedas reavivar tu Fe y abrirle las puertas de tu corazón al Dios hecho hombre, al Dios que nació en Belén para rescatar a todos los hombres, entre ellos, tú.
Claro que, aunque venga para todos, sólo se quedará con el buen anfitrión, con el que quiera recibirlo en su corazón... ¡Recíbelo! No importa que no te sientas digno de ello. ¡Ábrele las puertas de tu corazón y cree en Él!... Para merecer el título más grande al que el hombre pueda aspirar: ¡el de ser hijo de Dios! Él vino a lo suyo, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que lo recibieron, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios: a los que creen en su Nombre (Jn. I, 11-12).