EL SUICIDIO EN NUESTRA SOCIEDAD
En una de tantas charlas de café con los colegas y amigos, saltan en la plática los temas espinosos ... de esos, que la gente rehúye.
Estos tópicos no son escabrosos ... son humanos y resulta que cuando brincan sobre la mesa, es importante comentarlos.
Todo empezó con un poema de Violeta Parra dedicado a Alfonsina Storni, primera poeta de origen suizo, criada en argentina, que se suicidó 1938. Esta poeta del Posmodernismo argentino decidió quitarse la vida, agobiada por una larga enfermedad. Violeta Parra, la chilena admiradora de su métrica, le compuso la poética canción "Alfonsina y el mar".
Así mismo, Alfonsina muere un año después que su amigo Horacio de Quiroga, el cuentista uruguayo admirado en Latinoamérica; éste también decidió ampliar la nómina de suicidios que es el flagelo de los artistas en América.
Después pasamos a los suicidios de nuestro alrededor ... y con gran dolor recordamos a amigos, familiares y conocidos que de alguna forma han tocado nuestra vida y han optado en su libre albedrío morir, no cuando Dios decida, sino cuando ellos quisieron.
Debatimos las causas probables, en unos fue la enfermedad, en otras la desilusión o el hartazgo por la vida.
Mi "viejo amigo", compañero frecuente del café de la mañana, muy sorprendido por el tema que abordamos ... trató el posible origen de la causa y comentaba: en algún estadio de la vida, todos ellos los suicidas, han perdido la fe, ese asidero sobrenatural que nos da motivo para vivir puestos los ojos en el Cielo. Hay personas que nacemos en lugares y momentos de la Historia tan aciagos, que algunos piensan que no vale la pena el vivir.
La huida es la forma de resolver el dilema existencial de la vida: vivir y soportar la loza que te imponen o que tu mismo te echaste a cuestas ... o morir y sustraerte al dolor y las consecuencias de optar por la vida.
Lamentablemente, este fenómeno ancestral y tan actual se está consintiendo en nuestro días ... una epidemia social, impulsada por las nuevas concepciones de la vida.
Los filósofos, políticos y manipuladores de los pueblos han optado, resuelto e impuesto el "recorte poblacional" al considerar a la especie humana un "virus para el planeta" y han estimulado la idea de que, cuando ya no seamos "productivos", desecharnos como una carga social innecesaria ... En esta visión izquierdista y malthusiana de la vida, el suicidio es un recurso más, en su tarea genocida, aplaudida, reconocida y recomendada a la sociedad. En Europa central, algunas corrientes ideológicas sociales, recomiendan y ya tienen la "píldora mortal" para todo aquel que "harto de la vida", ponga fin a la misma, auspiciada por el Estado: le llaman la pastilla de los "setentas", edad que consideran del límite de la vida para no aburrirse de la misma.
¡Basta con setenta años! ...Ya lo decidieron, los que tienen el sartén por el mango.
Volvamos al regazo de la Fe, a su protección y sus misterios, para que Dios nos llame en su momento y no cuando "yo quiera".
Mi viejo amigo, suspiró dando un breve trago a su café ... y comentó quizá que todos hemos sido tocados por el ala negra del suicidio. Siempre en nuestra vida hay momentos que quisiéramos no haber vivido pero ahí esta Dios, para animarnos y sostenernos ante esta sugerencia surgida del infierno y que la Pandemia nos dejó.
(Las estadísticas del país indican el aumento hasta el 30% en la tentativa entre jóvenes y adolescentes).
¡Aguas! Los jóvenes están en la mira, y no se necesita hartarse de haber vivido, ¡sino hartarse sin haber vivido!