EL TESTIMONIO

Siempre en la vida, se vive como se piensa y hay un momento en el que el testimonio de cómo vives es un ejemplo, y en lugar de ser objeto de crítica, eres un ejemplo de congruencia, una virtud muy olvidada por la vergüenza y la timidez. Parece que hoy a mayoría se avergüenza de vivir como se piensa …
Y "¿qué van a decir?" … Hay que despojarnos de ese lastre social "del que dirán". En una sociedad como la nuestra, los valores y principios los reprimimos y sonreímos a la hipocresía y a lo establecido por la etiqueta social, empresarial o política. Estamos acostumbrados a esconder nuestras creencias, y hemos aceptado que los valores morales no se deben ventilar, para no ofender a los incrédulos.
¡Seamos congruente y añadamos el "valor" de vivir y decir cómo se piensa!
Desde el México de la Cristiada, quedó el estigma de presumir nuestros valores y nuestra fe. Pero parece que el ambiente político social señala al valiente que vive como piensa, en aras de una etiqueta sin valor que se llama "tibios".
Estos tibios nacen, crecen, se reproducen y, si no se arrepienten y se corrigen, podrían arriesgar su salvación … por su falta de valor y de proclamar la verdad infinita de nuestra fe. Con los planes de estudios de las autoridades educativas, donde han proscrito al Salvador del mundo … ¿qué podamos esperar?
Ya en los años 50 del siglo pasado, los que estudiamos en colegios católicos nos prevenían contra el sistema. Cuando había inspección de la SEP, se descolgaban los crucifijos, se ocultaban cuadernos de la clase de liturgia y poníamos cara de inocentes ante el inspector, para que no adivinara el culto de nuestra fe. Había temor por las represalias, no estaba lejos la Cristiada y campeaba la malicia de la autoridad sectaria. Con el tiempo, se hizo costumbre, hasta vergüenza, y hasta la fecha, quedó como un dardo en nuestra conciencia.
Nada en la vida civil te recuerda a Cristo, las creencias quedaron como cosa privada que se desbordaba en las peregrinaciones. Era éste un momento de valor popular, para demostrar en masa nuestros valores y costumbres.
Pero, luego, esta fe y estos valores fueron directo al cajón del olvido social.
En el presente, se aplaude el valor de manifestar públicamente los principios y valores católicos. Debemos fortalecer el valor y vencer al miedo ante la turba de los de sin Dios, de manifestar lo que creemos, en todo momento de la vida diaria.
El primer paso es el difícil … luego, será un orgullo proclamar, en familia y en el trabajo, los motivos que animan a todo cristiano:
¡Salvación del alma y el poblar el Cielo!