José Manuel Almuzara, arquitecto y gaudinólogo: «Sin la fe, Gaudí es incomprensible»
El arquitecto fundó hace más de 30 años una asociación civil para promover la causa de beatificación del gran referente del modernismo, reconocido este lunes como venerable por el papa Francisco

José Manuel Almuzara lleva más de 30 años promoviendo la causa de beatificación de Antonio Gaudí. De hecho, cuando nadie creía en esta posibilidad, él, junto con un sacerdote y otro laico, fundaron una asociación civil. Esa iniciativa fue recogida por la Iglesia en 2023 con la erección de una asociación canónica que, en opinión de Almuzara, ha facilitado que Gaudí haya sido declarado venerable. Tras este nuevo paso, tiene esperanza de que en 2026, fecha en la que se cumplen 100 años del fallecimiento del artista, sea beatificado. Y, por qué no, se convierta en patrón de los arquitectos. «Era genial y un cristiano consecuente», dice.
—¿Cómo ha vivido esta noticia? ¿Qué supone para usted?
—La noticia me ha llevado, y lleva, a dar gracias a Dios y a unos recuerdos de tantos años, recibiendo el cariño y el apoyo de tantas personas que he conocido. Unas vivencias, unas emociones con lágrimas en los ojos por lo vivido y tanto recibido. Y, especialmente, en un día como hoy, el recuerdo de los amigos fallecidos, el sacerdote Ignasi Segarra y José Luis Lázaro, cofundadores de la Asociación pro beatificación de Antoni Gaudí desde 1992, y a Conchita García y Giorgio Chevallard, colaboradores de dicha asociación.
—La asociación que usted presidía fue la gran impulsora de la causa hace ya más de 30 años. ¿Qué vieron en aquel momento en Gaudí para pensar que el proceso podría llegar a buen puerto?
—Pensamos que la vida y obra de Gaudí —basado en indicios y hechos reales, en testimonios y vivencias personales, en la fama de santidad, etc.— era suficiente para demostrar que Gaudí era santo. Nos inscribimos como asociación civil y fuimos la parte actora hasta diciembre de 2023.
—Han sido décadas de trabajo e investigación sobre Gaudí. ¿Qué impacto ha tenido en su vida?
—Como arquitecto, me ha marcado su amor a la familia —padre y sobrina—, al trabajo bien hecho, a sus colaboradores y operarios, a poner sus dones al servicio de Dios y de los hombres, a depurar y mejorar sus dones sin criticar ni juzgar a los demás, a vivir las virtudes fe, esperanza y caridad, y, especialmente, la humildad y la misericordia. También a luchar con las prácticas religiosas —comunión, oración, confesión, rosario— necesarias para ganar batallas, el amor a su tierra y costumbres, etc.
—¿Y en su profesión? Usted también es arquitecto.
—Como arquitecto, el amor y la colaboración en el trabajo, poniendo primero el amor y luego la técnica. Gaudí enseña que no hay nadie inútil, pero que debemos conocer bien a las personas con las que colaboramos o dirigimos, para pedirles el trabajo en función de sus dones y circunstancias. Como creyente, invita a la oración, el sacrificio y la generosidad para conseguir frutos, buenas obras e imitar a la Sagrada Familia, poniéndoles en el centro del corazón.
—¿Hay algún aspecto desconocido y relevante de la historia de Gaudí que le gustaría reseñar en este momento?
—Su misericordia, ese «rostro para reconocer, contemplar y servir», como lo definió el papa Francisco en 2016. Destacaría una historia, cuyos protagonistas son los enfermos y niños abandonados del antiguo psiquiátrico de Sant Boi de Llobregat, cerca de Barcelona. Bajo la dirección de Gaudí, en el interior del hoy parque sanitario Sant Joan de Déu se construyeron entre 1903 y 1912 unos jardines que incluían un pequeño lago, rodeado de vegetación, unas fuentes y una plazuela, y un conjunto arquitectónico modernista integrado por tres elementos: unos bancos revestidos de trencadís, una cueva-cascada con una glorieta en lo alto y una gruta dedicada a la Virgen de Lourdes. Los enfermos ejecutaron los trabajos, como ergoterapia, bajo el asesoramiento de Gaudí.
—A finales de 2023 se creó una asociación canónica para impulsar la causa. ¿Ha sido un paso importante para llegar a donde estamos hoy?
—Efectivamente, la asociación creada e impulsada por el Arzobispado de Barcelona, con el cardenal Juan José Omella como presidente, así como el Dicasterio de las Causas de los Santos, han facilitado que Gaudí sea venerable.
—¿Será beato en 2026, justo cuando se cumplan 100 años de su muerte?
—Creo que sí, y así me parece que se confía y espera.
—Dice Armand Puig que Gaudí, siendo un genio de la arquitectura, no puso su arte en el centro, sino a Dios. De hecho, él consideraba que la Sagrada Familia era construir la «casa del Dios que es vida para mí».
—Así es, y no solo en la construcción de la Sagrada Familia, que es un templo expiatorio y que fundamentalmente debe llevar a «despertar de la tibieza los corazones adormecidos, exaltar la fe, dar calor a la caridad», como dice el acta de la primera piedra del 19 de marzo de 1882. También en su obra civil pone el amor a Dios y a los hombres en su arquitectura y simbología, uniendo lo divino y lo humano. Decía el arquitecto César Martinell que Gaudí «construyó la Sagrada Familia y la Sagrada Familia le construyó a él»
—¿Hubiese sido posible el arte que nos ha legado Gaudí sin esa experiencia de Dios?
—Sin la fe, Gaudí sería, y es, incomprensible. Podemos descubrir aspectos de su obra —materiales, iluminación, ventilación, ornamentación, etc.—, pero no su síntesis. Creo que a nivel arquitectónico hubiera puesto su sabiduría, su estudio e investigación para hacer sus obras, pero sin la fe hubiéramos perdido en ellas el hábito divino que tienen y que te hacen descubrir su amor a Dios.
—Usted dice que Gaudí es un místico. ¿Por qué?
—Ser místico significa tener una fuerte conexión con lo divino y dedicarse a una vida espiritual plena. Creo que Gaudí, como dijo Benedicto XVI en la consagración de la Sagrada Familia, vivió una vida «sin escisión entre la conciencia humana y la conciencia cristiana, entre existencia en este mundo temporal y apertura a una vida eterna, entre belleza de las cosas y Dios como Belleza».
Creo que su trabajo en el colegio de las teresianas de Barcelona, basado en las siete moradas de Santa Teresa de Ávila y del espíritu de san Enrique de Ossó; sus conversaciones con el obispo Grau en Astorga; la enfermedad en Puigcerdà, escuchando la poesía de san Juan de la Cruz, que le llevó a dibujar la fachada de la Pasión; su compromiso con el bienestar de los obreros en la Colonia Güell, sus conversaciones con su director espiritual en el Oratorio de San Felipe Neri; su amor a la Eucaristía, a la cruz y a María, puesto de manifiesto en sus obras, me llevan a pensar en ese «espíritu abierto a Dios capaz de crear espacios de belleza, de fe y de esperanza, que lleva al hombre al encuentro con quien es la Verdad y la Belleza misma», según dijo Benedicto XVI.
—¿Cómo puede ayudar Gaudí a que los fieles crezcan en esta fe y amor a Dios que él tenía?
—Dándonos cuenta de que se trata de poner amor, confianza y esperanza en la Providencia, y como decía Gaudí: «Todo lo que he hecho depende de las circunstancias; si vienen bien, para acomodarme, y, si mal, para luchar; siempre sirven; son las manifestaciones de la Providencia».
—Usted dice que el nombre y los apellidos del arquitecto ya le definen. ¿Podría profundizar?
—Antonio, en el gentilicio romano Antonius, significa «el que se enfrenta a la adversidad». Gaudí es un apellido oriundo del sur de Francia y semánticamente parecido al verbo catalán gaudir, que significa disfrutar. Y Cornet está compuesto por cor (corazón) y net (limpio), persona de corazón limpio. Creo que es un resumen muy adecuado a la vida de Gaudí, que sufrió la enfermedad, la muerte de sus seres queridos, las envidias y burlas, los fracasos amorosos, la incomprensión, pero que, a pesar de todo, luchó con sus dones y virtudes para seguir adelante. Disfrutó con su trabajo, especialmente apoyado en sus colaboradores y operarios, y tuvo un corazón limpio, noble, sin doblez ni engaño.
—¿Ayudará el avance de la causa a conocer más el lado espiritual y místico de Gaudí?
—Sí, así es. Con la promoción del Arzobispado de Barcelona y de la basílica de la Sagrada Familia, será mayor el conocimiento de sus virtudes y fama de santidad, incrementándose su devoción privada.
—Sería además un ejemplo para artistas y laicos…
—Especialmente para los artistas. Destacaría, entre ellos, a los arquitectos, esperando que sea nuestro próximo patrón, arquitecto genial y cristiano consecuente.
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