NUESTROS IMPULSOS INTERNOS
Algunos estudiosos de la conducta humana hacen referencia a que tal o cual conducta se debe a que en el vientre materno recibimos mucho amor o rechazo, si desde nuestros primeros días nuestra madre nos abrazó y mimó, si las muestras de amor fueron pocas o nulas y el ambiente en el que nos desarrollamos los primeros años de nuestra existencia también nos influyó, dicen. Algo de verdad debe de haber lo que aquí acabamos de mencionar. A esto le añadimos nuestro propio carácter, temperamento y demás factores que ya portamos y forman nuestra personalidad. Por supuesto que las experiencias de vida que vamos registrando a partir de que tenemos uso de razón, la religión, la escuela, los amigos, el medio en que nos desarrollamos, el ambiente familiar y hasta el acaso, complementan la manera en que vemos al mundo, nuestra muy particular cosmovisión.
Gracias a Dios, para el ser humano no hay determinismos fatales; la historia de la humanidad está llena de casos de personajes ejemplares y que admiramos por su voluntad de salir adelante pese a sus circunstancias. Recuerdo la cátedra de un médico que a sus alumnos les planteaba un caso real, sin que los alumnos lo supieran, del cuadro clínico de una señora embarazada con un grado de desnutrición grave, un padre de familia alcohólico, y un grado de pobreza tan grave como el de la desnutrición de la madre. Luego les preguntaba a sus alumnos qué aconsejaban para enfrentar tal situación. Algunos opinaban que lo mejor era el aborto y pocos defendían el nacimiento del bebé, pese a las circunstancias materiales. Cuando terminaba la discusión entre los proaborto y los provida, el maestro les decía a los que aconsejaban el aborto: "han matado ustedes al gran Beethoven, que pese a tener todo lo material en contra llegó a ser un virtuoso de la música universal".
Ejemplos como el que acabamos de mencionar hay muchos, pero también de los que pasaron de estar en ambientes muy pecaminosos y ser muy activos en la vida social desordenada, pudieron salir airosos; después de pasar por una conversión profunda se volvieron defensores de la Fe de Cristo: San Agustín, por ejemplo. Pero la lista es interminable de personas que se sobrepusieron a circunstancias negativas, de golpes del destino devastadores, de injusticias, etc. y pese a todo, y con mucho empeño posiblemente durante años, se superaron y convirtieron en ejemplo para la sociedad. Ciertamente los ejemplos que mencionamos son muy conocidos por la dimensión de sus logros y el bien social que hicieron, pero afortunadamente a diario se presentan casos como los aquí mencionados y la mayoría pasan por el anonimato. Este tipo de hombres y mujeres son los que hacen que en el mundo siga habiendo esperanzas de un futuro mejor.
También diremos que muchos de los bienhechores de la humanidad son gente que, gracias a Dios, no tuvieron que pasar por tantas penalidades porque sus circunstancias personales no lo requerían y al igual han beneficiado a la humanidad en las diferentes disciplinas del quehacer de la sociedad para lograr su progreso y bienestar en el orden material y espiritual.
Existe un tipo de personas que sus experiencias de vida, los hacen ver el mundo de una manera diferente y, como todos, han tenido que enfrentarse a una serie de circunstancias difíciles y, al contrario de los demás, en ellos se desarrolla una serie de envidias, rencores, odios y deseos de venganza de todo aquello o aquellos que identifica como el origen de sus males. No son capaces de superar y sobreponerse a los retos que la vida les planteó y se quedan con esos sentimientos negativos y de ellos hacen su leitmotiv para su deseo de superación y comportamiento ante la sociedad. El daño que hacen a la sociedad es proporcional al grado de poder que llegan a tener. Conforme avanzan en sus objetivos, van requiriendo de incondicionales; no son capaces de desarrollar sentimientos de amistad hacia sus subordinados, pues ven en ellos un simple instrumento que le sirven para sus intereses.
Hablando en singular, en sus adentros él es único, nadie como él entiende al mundo; y nadie como él para que todos se le subordinen y llevar, exclusivamente a los suyos a gozar de las mieles del poder. Pero antes, y como en toda secta, debieron de pasar la prueba de odiar y desear venganza contra los que él señala como enemigos.
Usted seguramente puede ubicar a diferentes personajes de su entorno o de la vida pública en el campo de los que construyen y buscan hacer el bien o dentro de los que destruyen y dan rienda suelta a sus odios y venganzas. Claro está que hay de impulsos a impulsos.