LA VERDADERA "HOSPITALIDAD EUCARÍSTICA"
LA VERDADERA "HOSPITALIDAD EUCARÍSTICA"
Para ningún católico, más o menos versado, es novedad la protestantización que, desgraciadamente, ha ido sufriendo la Iglesia Católica, particularmente desde el postconcilio. Y lo más triste es que dicho fenómeno haya nacido en el seno mismo de algunas jerarquías, a través de personajes de tendencia modernista.
El acercamiento con los "hermanos separados" (protestantes), ha sido prioridad entre amplios sectores de avanzada dentro del Catolicismo. Lamentablemente, la Iglesia alemana, más no todos sus miembros, protagonizan, desde hace décadas, el ala radical.
Desde principios de 2023, el Obispo Franz Josef Bode, de la Diócesis de Osnabrück -Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Alemana, y promotor de bendiciones a parejas homosexuales y sacerdocio femenino-, antes de su renuncia, había aprobado lo que más tarde aplicaron varios de sus Sacerdotes, la llamada "hospitalidad eucarística".
¿En qué consiste la "hospitalidad eucarística"? En que, con el pretexto de "apertura", durante la celebración de la Misa católica, los protestantes puedan comulgar, aun cuando no crean -ni se les induce a creer-, en el dogma católico de la "Transubstanciación", es decir, en la certeza de que, en la hostia y vino consagrados, se encuentran realmente presente Nuestro Señor Jesucristo con su Cuerpo, Alma, Sangre y Divinidad.
Entonces, ¿qué nombre corresponde al de "hospitalidad eucarística" de los alemanes?... Simplemente, el de "sacrilegio". ¿Por qué? Porque reciben a Cristo mismo quienes no están preparados debidamente para ello con la Confesión sacramental, y más aún, porque ni siquiera son católicos, naturalmente obligados a creer en los dogmas que profesa la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, fundada en la Palabra sagrada de Cristo, y no en las insolencias de un hereje, como lo fue Martín Lutero.
¡No a la "hospitalidad eucarística" germana! La única y verdadera hospitalidad espiritual es la que puede ofrecer un alma católica creyente que, aunque pecadora, se ha limpiado de sus pecados con la Confesión sacramental -y con el debido ayuno-, para recibir, para hospedar íntima y amorosamente, a Jesús Sacramentado.