LOS HIJOS: PLENITUD Y TRASCENDENCIA
LOS HIJOS: PLENITUD Y TRASCENDENCIA
Para no querer tener hijos, abundan razones, motivos o pretextos. A nivel global, los matrimonios jóvenes no sólo posponen tenerlos sino que, desde la soltería, rechazan definitivamente tener descendencia.
Lo que ocurre hoy en España, por desgracia, es común denominador en muchos continentes, particularmente en Europa. El otrora continente protagonista de la milagrosa difusión del Cristianismo, ahora yace espiritualmente por haber apostatado de Cristo y de la civilización que lo elevó a las más altas manifestaciones artísticas y culturales del hombre. Pero, además, el "Viejo Continente", literalmente muere de vejez física porque la mayoría de sus habitantes son entre maduros y ancianos, y la generación joven es tan pequeña, que no alcanza a relevar socioeconómicamente a la anterior.
Más de 80% de jóvenes españoles, sean hombres o mujeres, no quieren tener hijos, principalmente, dicen, porque primero quieren tener casa propia y/o una vida "digna" o también llamada de "bienestar".
Son perfectamente comprensibles esos motivos o temores económicos, y otros de distinta índole, porque son parte de la existencia, particularmente en la edad juvenil, cuando aspiras a una estabilidad psíquica, espiritual, social y económica, pero que esta última a veces la ves tan lejana. También se comprende la angustia de los universitarios que, a pesar de haber conquistado uno o más títulos académicos, no encuentran trabajo fácilmente o apenas sobreviven con un salario. Y claro, en esas condiciones, temen el compromiso de tener hijos y mantenerlos.
Aquí es donde empieza el problema: el padecer de una visión muy pobre y mediocre sobre la vida, sobre la vida propia, sobre la vida en sociedad, sobre la vida de la Patria, sobre la vida de la Iglesia, y sobre la vida sobrenatural. Esa visión es pobre porque se empieza por desconocer que ¡la vida es VIDA!... Que se necesita vida, es decir, lo esencial para los organismos vivos: nacer, crecer, multiplicarse y morir. Esto lo aprendimos desde la escuela primaria. También la sociedad y las naciones, para vivir, necesitan de seres humanos que nazcan, niños que se desarrollen, de hombres y mujeres que se multipliquen, porque, naturalmente, los ancianos morirán.
Jóvenes cristianos, ustedes saben que:
-el verdadero fin del hombre es conocer y amar a Dios y
-que su Voluntad es que nos multipliquemos (Gen. 1, 28) para también poblar el Cielo,
-que los hijos Dios nos los presta y que se los podemos ofrecer para la conservación y triunfo de su Iglesia, como Sacerdotes o Religiosos y
-que, si Dios te los da, segurísimamente te ayudará a mantenerlos y formarlos.
Entonces, los jóvenes cristianos deben hacerse violencia: los varones para trabajar duro y las mujeres para ser buenas y abnegadas madres, en las circunstancias económicas que Dios permita, aunque no sean las que la sociedad moderna, materialista y consumista propone. Curiosamente, los jóvenes con mejores condiciones económicas, son los que menos quieren tener hijos. Los cristianos saben anteponer las virtudes y los bienes espirituales antes que los materiales, y confían en la Divina Providencia… Si no, entonces ¿dónde está nuestra fe?
Procrear un ser humano y formarlo cristianamente, es inmensamente más valioso y trascendente que un smartphone que caduca pronto, que un coche que tras un choque, fenece o que una mascota que lo que tiene de encanto, lo tiene de intrascendente…
Joven, si Dios, a través de tus padres te dio la vida, pues no seas egoísta... ¡Dásela a tus hijos, que sólo esperan de tu generosidad!