¿NO TE DA VERGÜENZA?
¿NO TE DA VERGÜENZA?
La crisis moral que impera entre los mexicanos es un reflejo del trabajo de las Logias desde la época Independiente.
Antes tenían ataduras sociales las cuales fueron eliminadas durante el siglo XX, y en el presente se han desatado y campean por la Patria sin ningún rubor.
La entronización del hombre en el centro de la Creación, ha desplazado a Dios en el diario vivir de los cristianos, y sin vergüenza, repetimos como loros las consignas de los enemigos de Cristo y de Su Iglesia.
Donde más ha pegado es en la parte más sensible y hermosa del binomio humano: las mujeres, las encargadas de velar en la familia por la educación y las buenas costumbres, han claudicado a sus principios y muchas de ellas son feroces activistas del infierno, la mayoría de ellas manipuladas e ideologizadas.
Ya no se miden; ahora, muchas de ellas son las responsables de la violencia en el hogar y en lo social. Han profanado su cuerpo con tatuajes, utilizando su piel para promocionar el reinado de Satanás en el mundo.
Ya no son las educadoras sublimes de los nuevos ciudadanos, ya no son las compañeras fieles de sus esposos y han fracturado el respeto, que era el cemento familiar. En aras de la libertad, han roto su contrato expresado en el altar y hoy deambulan solitarias por la vida.
La atención de los hijos es una carga que muchas no están dispuestas a llevar y los pequeños futuros ciudadanos, quedan en manos ajenas dependientes del Estado. Ésos son las que más suerte tienen porque otros en lugar de recibir cariño y apoyo en su desarrollo, son víctimas de los avatares del arroyo. Son conciencias que se ven enlodadas o esclavizadas con los vicios de la calle, y a una edad muy temprana ya son desechos morales en una sociedad perversa o criminal que se aprovecha de los más vulnerables.
Los hombres brincan de flor en flor encontrando un fétido veneno en lugar de miel y aromas. El cáncer moral ha invadido a gran parte del tejido social y la ley del menor esfuerzo es el signo de los tiempos.
La Virgen solitaria del Tepeyac derrama lágrimas por sus hijos descarriados y desde los altares de las Catedrales, Basílicas y Capillas, espera ansiosa el regreso a sus plantas de sus Juan Diegos mexicanos.
¡No hay que ser...! Saquemos de lo más profundo de nuestro ser el amor por nuestra Madre, que es el único medio de sanar nuestras heridas... ¡para poder sanar a nuestras mujeres mexicanas, antes tan apreciadas por su maternal corazón, y así rescatar la armonía familiar perdida!
SAPIENTIA LDI
EDITORIAL