ORGULLO Y SOBERBIA

ORGULLO Y SOBERBIA

Los que no son afectos a los reflectores, guardan en reserva su abdicación como hijo de Dios ... hablamos otra vez, de la apostasía. Hay almas sensibles a la crítica y renuncian en secreto a su fe en Cristo Jesús, les da vergüenza que se den cuenta de su decisión, no lo hacen en público ... pero apostató en su corazón y ni siquiera exigió su boleta de Bautismo ... Oremos para que quienes sufren estas debilidades en el espíritu, los ilumine Dios y regresen al redil.

Pero se acerca el tiempo más temido en las páginas del Apocalipsis: la Gran Apostasía, donde pueblos en masa renegarán de haber sido bautizados, y en ardiente aquelarre quemarán en público su filiación.

Dios, que todo lo ve desde el principio y ad eternum, nos previene a través de su Palabra, lo que se avecina al fin de los tiempos ... antes del Juicio Final: tiene que venir una gran apostasía, para que se manifieste el "hombre de pecado" ... el Anticristo ... y luego, el juicio.

Observando los signos de los tiempos y el juicio de entendidos teólogos católicos, el fin del mundo y de la historia se acerca, y uno de los síntomas antes de la Parusía es "la gran apostasía". Según el canón 751 del Código de Derecho Canónico: "Apostasía es el rechazo total de la fe cristiana".

Este rechazo se hace de una manera libre y voluntariamente. El apóstata rechaza todas las verdades de Fe en absoluto. El apóstata por lo tanto no es católico, ni siquiera cristiano.

El primer gran apóstata fue Luzbel, que por orgullo y soberbia rechazó a Dios.

La apostasía es un pecado que castiga la Iglesia con la excomunión, latae sententiae (Canon 1364).

La apostasía es un pecado que va contra el primer Mandamiento de la Ley de Dios, la religión y la unidad de la Iglesia.

Es un pecado tan terrible, que va directamente contra Dios. Es el pecado de soberbia clasificado como "un pecado satánico" ... no es un pecado, en el que uno obra por debilidad, sino por una soberbia contumaz contra la Ley de Dios y de la Iglesia. Por ello podría considerarse como uno de los "Pecados contra el Espíritu Santo", deseos que Nuestro Señor Jesucristo dijo que no se perdonan (NH.12,31) porque resisten formalmente a las luces e impulsos del Espíritu Santo, que iluminaría y movería al pecador a su conversión.

El apóstata se expresó y cayó en manos del maligno quien impide que obre en su alma el Espíritu Santo.

Como ven, el apóstata queda en una situación espiritual terrible pues se ha cerrado a la Gracia divina.

Jesucristo en su Evangelio cuando habla de su segunda venida, se hace esta pregunta: "Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?".

Éste puede ser un indicio de que quizá estamos en los Últimos tiempos y que la venida de Cristo es inminente.

SAPIENTIA
LDI EDITORIAL