RECOBREMOS LO PERDIDO

RECOBREMOS LO PERDIDO.

El tema a tratar va con el fin de acercar al católico "común" a la comprensión del acto religioso más trascendente y meritorio del que, considero, se ha ido perdiendo el sentido profundo y misterioso. Me refiero a la Santa Misa, que obedece a la orden de Cristo a los Apóstoles: Haced esto en memoria mía (Lc. 22, 19).

¿Y qué es la Misa?... En principio, todos debemos tener presente que es el Sacrificio incruento en el que Cristo Nuestro Señor se ofrece al Padre para Redención del género humano.

¿Qué quiere decir esto?... Que la participación en la Misa es participar de una Obra Divina, en el acto más elevado de toda la Iglesia Católica y la Eucaristía, que se realiza en ella, es el Sacramento por excelencia. El Sacerdote, que representa a Cristo, es el único al que se ha dado poder de consagrar el pan y el vino pronunciando la fórmula sacramental y, con las palabras del mismo Cristo, se realiza milagrosamente la Transubstanciación, transformando el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. En ese momento nos encontramos en Su presencial real, como se encuentra en los Cielos.

Aquí está la importancia de la Misa. Debemos asistir a ella para fortalecer nuestra Fe, Esperanza y Caridad, es decir, para creer más en Dios, para confiar más Él y para amarlo más. A este acontecimiento sagrado debemos asistir con verdadera devoción, con la conciencia que la Misa es el único Sacrificio agradable a Dios por ser Su Hijo la Víctima Perfecta.

Nada en este mundo tiene el valor de una Misa porque éste es infinito; Cristo mismo es quien padeció por amor a nosotros y se ofrece al Padre como Víctima Inmaculada por los pecados de la humanidad. En una palabra, la Santa Misa es la perpetuación del Sacrificio de Cristo en la Cruz. Dios se hace presente en la sagrada Hostia para que podamos estar muy cerca de Él y para alimentar nuestra alma. La <<Comunión>> significa común unión, por eso la Eucaristía es un misterio de amor por el cual contemplamos y adoramos a Dios. Y ya que este Sacramento es un convite pascual, conviene y necesitamos, según el encargo de Nuestro Señor Jesucristo, recibir Su Cuerpo y Su Sangre.

No en vano la Iglesia nos manda asistir a la Misa los domingos y Fiestas de Guardar; porque en ella adoramos a Dios, le agradecemos, le imploramos por el perdón de nuestros pecados y le imploramos favores. Así es que dejemos la tibieza y asistamos puntual y devotamente a la Santa Misa, por encima de cualquier otro compromiso. No se vale aducir falta de tiempo o falta de ganas; es Dios quien nos da el tiempo y la vida y la Religión es un ejercicio más de fe y razón, que de sentimientos. Faltar a Misa es de tal magnitud que atenta en contra, nada menos que del Amor Divino porque quebrantamos el primer y tercer Mandamiento.

Recordemos que Cristo es la Cabeza del Cuerpo Místico y que, en el ejercicio de Su Sacerdocio eterno, rinde Gloria a Dios. En la Misa, Dios mira con misericordia al hombre y éste igualmente lo glorifica y le reconoce su infinita Bondad al esperar nuestra conversión y santificación. Este doble acto, de convertirnos y santificarnos es el ápice de nuestro camino en busca de la salvación eterna.

No está por demás recordar que al asistir a tan sagrada Celebración debes vestirte decente y modestamente, sin la frivolidad de un juego playero... ¿Tú me entiendes?

La Santa Misa, como centro de la vida de la Iglesia y de todos los católicos, es la fuente que nos nutre espiritualmente, que nos anima a ser más caritativos y ayudar a todos, especialmente a los más necesitados.

Por todo lo dicho, la Misa es el acto más grande y sublime que se celebra cada día sobre la Tierra.

"El que oye devotamente una Misa en gracia de Dios, merece más que si diera de limosna su fortuna" (San Bernardo).

SAPIENTIA LDI

EDITORIAL