¿SUDAR CALENTURAS AJENAS?

¿SUDAR CALENTURAS AJENAS?

Es muy común que las personas que tienen un alto concepto de responsabilidad, se angustian, se estresan y se mortifiquen por el derrotero que toman los acontecimientos que nos ha tocado vivir.

Estas personas tan responsables lo más común es que "suden calenturas ajenas", es decir, que tengan la capacidad de comprender y compartir los sentimientos de otra persona; ésta se adquiere en la infancia siguiendo el ejemplo de los padres. No sólo comparten los sentimientos sino también el pulso convulsivo del mundo en que vivimos.

Hay un nombre para este coloquial sentimiento y se le conoce como "Empatía" que no es otra cosa que ponerse en los zapatos del otro.

Al extender este sentimiento hacia los problemas universales, el peso de éstos, o sea, la experimentación de estos sucesos son traducidos en nuestro cerebro como una real experiencia como ver, oír, escuchar u oler. Nuestro cerebro es capaz de hacernos experimentar muchos sentimientos distintos a lo largo de las horas y son parte de nuestra naturaleza, nos hacen sentir alegría, tristeza, preocupación, celos, compasión, desesperanza; nos hacen ser quienes somos.

Nos dan un rasgo de humildad que permite que socialicemos con otros los entendamos y nos preocupemos por los acontecimientos que a diario surgen en el mundo.

Estos sucesos que ponen en jaque diariamente a nuestro juicio se rigen por el mismo principio de la Empatía y así, sufrimos con las victimas de la pandemia por compasión, celebramos el pódium de Checo Pérez, como si hubiéramos participado en el mismo, por la alegría que nos da.

Vemos los abusos del poder con preocupación y los logros de alguna sociedad con cierta envidia. Todos estos sentimientos son lo que nos hacen humanos y nos recuerdan que somos hijos de Dios ya que, por amor a Él y a nuestros hermanos, sufrimos cuando ellos sufren y nos alegramos cuando ellos se alegran.

En Teología se le denomina "Corpus Mysticum", que es el nombre dado a la Iglesia como un cuerpo único en que San Pablo describe al propio Cristo como su cabeza.

En la Iglesia Católica creemos que ésta es la única y verdadera Iglesia de Cristo, y que estamos unidos íntimamente con Cristo, por medio del Espíritu Santo.

Esta Empatía, solidaridad o simplemente "sudar calenturas ajenas", es propio del cristiano, pero para un espíritu sensible tiende a ser una carga demasiado pesada de llevar; el insomnio, la angustia, el estrés y la impotencia puede hacer presa de nosotros y alterar nuestro cuerpo físico y nuestro espíritu.

Hay pues una recomendación una virtud aristotélica que puso de moda San Ignacio de Loyola, y es la posición intermedia entre el exceso y el defecto, el cual apunta al equilibrio entre las pasiones y las acciones, este es el "justo medio" que la recta razón le dicta al hombre prudente.

No al exceso ni el defecto, y en términos populares hay uno que dice:

"Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre".

SAPIENTIA LDI
EDITORIAL