VALORA MÁS LO QUE NO SE VE
VALORA MÁS LO QUE NO SE VE
Muchas de las filosofías en boga durante el siglo XX, así como el avance sorprendente de la tecnología y el Capitalismo-consumismo abrasador, favorecieron a la vertiginosa descristianización de la sociedad y al avance del ateísmo práctico.
Esta debacle inició más claramente hace cincuenta años y, por desgracia, llevamos ya dos o tres generaciones que aprendimos a vivir –queriéndolo o no-, muy preocupados por todo lo que se ve (estética de la casa, carro, vestido, imagen, cuerpo, etc.), como por todo aquello que produce gran placer (comida, bebida, música, sexo, diversiones, comodidad, etc.).
Halagar ordenadamente a los sentidos, no tiene nada de malo, al contrario, para eso son, para gozar de lo bueno y de lo bello, pero bajo la óptica de la prudencia que nos oriente sobre el qué, cómo cuándo, dónde y el porqué ver, oír, gustar, oler o tocar.
El desequilibrio en el ser humano sobreviene cuando cree, erróneamente, que todo lo que ve está por encima de lo que no se ve y no se toca, como, por ejemplo, la verdad, la voluntad y la virtud. Es decir, cuando el hombre cree que la única realidad, lo único que existe y, por lo tanto, lo único que vale es lo que se ve, lo que se tiene, lo que aparenta, lo que se cuenta, lo que se mide, etc., es cuando cree que sólo importa lo exterior, los números, la extensión, la cantidad, digamos, la envoltura o apariencia de las cosas.
Parece que hombres y mujeres se olvidaron de que antes de que todo lo anterior se dé, hay una inteligencia y una voluntad humana que elaboró mucho de lo que se ve y se siente, pero también de que, antes de lo humano, existe un Ser Supremo que creó cuanto existe, lo visible y lo invisible.
He ahí el punto ... ¡No existe sólo lo visible!... Lo invisible, como el alma y sus potencias (inteligencia, voluntad, sentimientos), existen, y como espirituales que son, ¡son inmortales porque nos los regaló el Creador!
Por eso lo invisible de nosotros es lo más valioso que tenemos. Los bienes exteriores, lo más visible, aunque resultan muy atractivos, pronto van a desaparecer porque son fugaces… ¿Cuánto puede durar la belleza de una casa, carro, vestidos, joyas, tecnología, etc.?... ¿Cuánto puede durar la vitalidad y belleza del cuerpo?... Apenas unas décadas.
Entonces ¿por qué te preocupas tanto por lo que se ve?... Si eres padre de familia, maestro, consejero, enseña a tus hijos o subalternos, desde pequeños y con el ejemplo, a fijarse, preocuparse y a luchar por lo que no se ve ¡pero que existe!: Dios, la verdad, la fe y caridad cristiana, la práctica de las virtudes, para la felicidad propia y la del prójimo… ¡Esto sí que es importante para la vida!
Nuestros hijos y jóvenes quizá vivan confundidos o esclavizados porque sólo creen en los bienes terrenales o en las sensaciones placenteras que produce el dinero, sexo, alcohol, drogas, comodidades, etc. Si nosotros se los hemos inducido, demos un giro más trascendente a nuestras obras y a su educación. La Fé, Esperanza y Caridad, la humildad, generosidad, humildad, el amor, la alegría interior, etc., no se ven, ni se miden ni pesan, pero son lo que más engrandecen al hombre.
¡Valora más lo que no se ve!